Capítulo 2

Como aprendí lo que era amar y ser amada.

Era la última noche del año 1996 fue un año muy duro y la primera noche vieja que pasaría fuera de casa. Una amiga con la que me gradué me invito a una fiesta en la playa, llegamos había muchas luces, alboroto, risas, en mi caso nervios y gente que no conocía. La arena estaba tibia, la orilla muy cerca, el mar y sus ojos; os prometo que nunca nadie me ha mirado igual.

Jamás ha sido mi fuerte la multitud y en medio de tanta gente de fiesta y petardos, mi amiga se esfumó y me quedé sola en medio de aquel puerto viendo las olas reventar debajo de mis pies y al final del muelle un cielo azul muy oscuro plagado de estrellas que era infinito y penetrante.

Amanecí en una caseta junto a él con mucha gente más que aún seguía la fiesta, por la noche debajo de la manta nos dimos un beso y apareció “mi hermanita” al alba y debíamos regresar a la ciudad y de paso a la realidad y yo … “pensé que no era amor”.

A los finales de los 80 éramos unas chicas bastante inocentes, ingenuas, soñábamos con cuentos de príncipes y princesas, de que vendría un valiente y apuesto guerrero a conquistarnos y también hubo de las que nos rebelamos, muchas con o sin causa particularmente fui una más del porcentaje que dejó de ser una niña frágil para aprender a defenderse. (siempre lo diré que parecía más un chico que una chica). Un poco despeinada y vaqueros viejos.

Cuando era una adolescente tenía conversaciones a solas con Dios y le decía que no quería amar si eso me haría “sufrir” no iba mal encaminada, porque no puede ir de la mano un sentimiento tan importante para vivir con otro que te hace más pequeño.

Entonces en ese largo recorrido de mi vida conocí muchas formas de no amar; y con el pasar del tiempo y de muchos tropiezos aprendí y supe que podíamos elegir a quien amar.

Si como lo he dicho, elegí amar a quien me amaba, a quien si se arriesgó por mí y me eligió para que camináramos juntos, quien no tuvo miedo y me tomó de la mano, quien me cuido cuando me invadían mis miedos, quien me abrazó cuando lloraba, curó mis heridas, soportó mis crisis existenciales y quiso ser parte de mi familia de 3. (Le advertí un día antes de ir a casarnos que mi mochila pesaba).

Creemos erróneamente que el amor es cuando te enamoras y sientes esas cosquillas en la panza, esa respiración acelerada, ese no sé qué, que nos pone un poco tontos, no puedo negar que es un estado genial sin embargo como todos sabemos cuándo “se termina” ese alboroto hormonal te queda lo real, el ser humano con sus defectos y virtudes, con sus karmas y su legado, es entonces cuando conoces realmente a quien podrías amar.

También es cierto, que no se puede amar si primero no nos amamos a nosotros mismos y segundo tampoco a quien no te ama; eso de creer que mi amor basta para los dos no existe, no se puede es falso; entras en el bucle del autoengaño.

Elige amarte y amar, debe ser tan imperfecto como tú, con ganas de ser mejor cada día, que quiera ir a tu lado ni más adelante ni más atrás, que te anime a crecer, que crea en que la lealtad es la base para todo, que sea generoso y buen ser humano, que se ría contigo y no de ti, pero sobre todo y lo más importante es que te mire como si no hubiera un mañana. Nos lo merecemos todos.