Capítulo 12

¿Cuántas veces se puede romper un corazón?

En el fondo de su corazón, sabía que lo sucedido tenía que ser muy grave e intentaba no pensar ni imaginar lo que podía haber sido.
Mil sentimientos inundan su ser, entre ellos la furia, la desazón, la tristeza y la impotencia. Mil maneras de odiar que no conocía brotan por cada poro de su piel.

¿Cómo se puede reconocer haber hecho daño de una manera tan vil, cínica y despiadada?
¿Cómo se hace? Explíquenmelo. Cuando le pones cara al monstruo que ha dañado a alguien a quien amas.

¿Qué se hace con esos seres inhumanos que encima no muestran arrepentimiento y se justifican con descaro?, ¿cómo se castiga al infame?

Todos dirán que hay que perdonar para encontrar paz. Eso se dice desde fuera… pero si volteamos la tortilla, ¿qué harías tú? ¿Qué se hace con la víctima? ¿Qué se hace con el daño irreversible?

¿Dónde están sus derechos y su vulnerabilidad? ¿Quién los protege?

Llega la retórica, somos humanos y erramos_; pero hacer daño y jactarte, contarlo sin reparo, sin pena ni vergüenza.

¿Cómo se puede vivir con alguien que no tiene escrúpulos, ni piedad, que se reconoce en su asquerosa vileza y, aun así, sigue como si nada, respirando cerca de otros inocentes?

¿Cuántas veces se puede romper un corazón? ¿Cuántas veces sangra y llora desconsoladamente? Ya nada de lo que se diga puede cambiar la historia, ni este dolor, retumba en mis oídos, que se transforma… pero también nos transforma.

Se abren viejas heridas, la impotencia de haber confiado en quien no se debía, en alguien que no lo merecía. Son cosas que pasan en la vida… mierda de vida. No podemos volver atrás, porque ya ni llorar alivia.

Los no-recuerdos del ayer, en mi caso, pueden ser mi salvavidas, porque, aunque el alma duela, seguimos teniendo vida.

La vida es tan complicada, cargada de sinsabores, llena de tragedias y de monstruos peores que los de mi infancia. Esos, al menos, quedaron en el olvido.

Por el que ahora escribo, ni nombrarlo merece. Pero la vida, con creces, le devolverá soledad y olvido al retorcido, por ser un malnacido. Y lo escribo antes de que se me olvide.